Cubanoestadounidenses reciben nuevas impresiones en la isla

LA HABANA. Los abuelos de Miranda Hernández perdieron todo cuando huyeron de Cuba en los años 60. Cuando crecĂa, su imagen de la isla era de una “Corea del Norte con playas bonitas”, dijo. Pero cuando cuatro jĂłvenes cubanoestadounidenses iniciaron un programa para enviar a gente de su edad a conocer la isla de su origen, Hernández se presentĂł. El viernes, despuĂ©s de una semana en La Habana con visitas a emprendedores, artistas y familiares que no conocĂa, la estudiante de 20 años de la Universidad de California en Berkeley regresĂł a casa con una serie de impresiones que sin duda perturbarán a mucha gente de la generaciĂłn de sus abuelos. “Lo primero que dirĂ© es que, francamente, no es tan malo”, dijo el jueves por la tarde durante una visita al apartamento en La Habana donde vivĂa su abuela. “Mucha gente ve a Cuba como un lugar terrible donde la gente no es feliz, pero no es asĂ”.
Apertura
El deshielo entre Estados Unidos y Cuba fue posible porque la poderosa comunidad cubanoestadounidense de Florida empezĂł a ceder en su intransigencia. Las expectativas de consecuencias terrorĂficas si mejoraban las relaciones empezaron a disminuir a medida que se sumaban a las primeras generaciones de exiliados las nuevas oleadas de migrantes econĂłmicos, asĂ como hijos y nietos que nunca conocieron el comunismo de primera mano. Ahora que se acelera el proceso de normalizaciĂłn de las relaciones bilaterales, lo mismo sucede con la flexibilizaciĂłn de las actitudes. Ante el restablecimiento de los lazos diplomáticos y comerciales, los hijos y nietos de exiliados viajan a Cuba en nĂşmero creciente, en muchos casos como parte de programas creados para apoyar la reconciliaciĂłn familiar y la normalizaciĂłn polĂtica. Uno de los emprendimientos más notables es CubaOne, el programa con el que Hernández viajĂł a Cuba. Inspirado en Birthright Israel, un programa que ha enviado a medio millĂłn de jĂłvenes judĂos a Israel desde 1999, CubaOne aspira a enviar tres grupos de cubanoestadounidenses a la isla para febrero. Sus fundadores invirtieron casi 100.000 dĂłlares de fondos propios en el programa inicial, y esperan que en el futuro recibirán fondos de donantes particulares, asĂ como de las aerolĂneas, empresas hoteleras y otros negocios que buscan establecerse en Cuba.
Nueva cultura
“Hay una nueva comunidad y una nueva cultura en Miami”, dijo el fundador de Cuba One, Daniel JimĂ©nez, un directivo de 34 años en la financiera Ernst & Young. “Estar aquĂ y escuchar lo que dicen 11 millones de cubanos en lugar de la prensa en Miami es una experiencia que todo joven cubanoestadounidense deberĂa conocer”. Con nueve personas de edad promedio de 25 años, el grupo inaugural de CubaOne incluyĂł artistas, empresarios y escritores de todo Estados Unidos, muchos de ellos con familias radicadas en el sur de la Florida. Viajaron a la regiĂłn tabacalera de Pinar del RĂo y luego pasaron seis dĂas en La Habana donde visitaron a pequeños empresarios y artistas independientes y se alojaron en pequeñas pensiones privadas. “Los jĂłvenes cubanoestadounidenses amamos a Cuba, pero lo expresamos de manera distinta que nuestros padres”, dijo Giancarlo Sopo, uno de los fundadores de CubaOne e hijo de un veterano de las fuerzas respaldadas por Estados Unidos que realizaron la invasiĂłn de BahĂa de los Cochinos. “Para nosotros, amar a Cuba significa ir allá para aprender sobre nuestra cultura, conocer a la familia y relacionarnos con la gente”.
Lágrimas

Al menos cuatro de los jĂłvenes se reunieron con familiares a los que no conocĂan, entre ellos Hernández. PasĂł dos dĂas con su tĂo abuelo JesĂşs Cervello Ruiz, de 78 años, el patriarca de los cinco miembros de la familia que permanecen en Cuba. Otros 15 parientes viven en Estados Unidos. Junto con su hija Caridad y sus nietos gemelos de 16 años, Ruiz llevĂł a Hernández al hospital donde naciĂł su hermana, la abuela de ella, y el apartamento donde viviĂł cuando era joven. A Hernández, republicana como sus padres, las interacciones con sus parientes y otros cubanos le brindaron un panorama tridimensional del paĂs del cual solo conocĂa un aspecto. “Ninguno ha regresado sino yo”, dijo. “La gente aquĂ es feliz, no necesita un montĂłn de cosas materiales para ser verdaderamente feliz”. Ruiz, mecánico retirado de una fábrica estatal, pasĂł toda la excursiĂłn haciendo bromas amables a su sobrina nieta y los periodistas y participantes del programa que la acompañaban. Pero al final, en la puerta del apartamento donde vivĂa su hermana antes de la revoluciĂłn, sus ojos se llenaron de lágrimas al sentir el dolor de dĂ©cadas de separaciĂłn de su familia. “Yo he estado aguantando, pero desde que entre aquĂ estaba emocionado, porque me trae recuerdos”, dijo.

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