Durante la campaña presidencial, Donald Trump, el candidato que prometĂa un muro en la frontera y deportaciones masivas para mantener a los inmigrantes fuera del paĂs, describiĂł como una “amnistĂa ilegal” el programa con el que la administraciĂłn de Barack Obama les dio un permiso temporal para vivir, estudiar y trabajar en EE. UU. Con Ă©l en la Casa Blanca sĂłlo se podĂa poner peor.
Casi 800.000 beneficiarios de la AcciĂłn Diferida para Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglĂ©s) quedaron a la espera de una decisiĂłn del Congreso, despuĂ©s de que Trump suspendiera el programa del que depende su estadĂa en EE. UU. Los dreamers, como se los llama, lo vieron venir.
A finales de agosto, Joe Arpaio, el sheriff del condado de Maricopa, esquivó una sentencia de varios años de cárcel por haber organizado una persecución ilegal contra inmigrantes indocumentados.
Las acciones de Arpaio iban contra la ConstituciĂłn y las restricciones judiciales, pero, en lugar de ceñirse a la ley, Trump prefiriĂł responder al clamor antiinmigraciĂłn de quienes lo eligieron, una situaciĂłn que contrasta con el trino con el que celebrĂł el fin del programa de los soñadores: “Somos un paĂs con leyes. No vamos a seguir incentivando la inmigraciĂłn ilegal”. La amnistĂa al sheriff Arpaio no fue el Ăşnico indicio de que Trump no dejarĂa en pie el programa de los dreamers.
Desde que llegĂł a la Presidencia, Trump ha hecho un esfuerzo sistemático por borrar el legado de su predecesor, una tarea que Obama le dejĂł fácil, pues la mayorĂa de sus iniciativas fueron pasadas a travĂ©s de decretos presidenciales y sin el apoyo del Congreso, algo a lo que se vio forzado ante los mĂşltiples intentos obstruccionistas por parte del Partido Republicano.
El programa DACA es apenas el Ăşltimo en una larga lista de iniciativas de Obama que llegaron a su fin por cuenta de Trump. Al nuevo presidente le bastĂł un golpe de pluma para sacar a EE. UU del acuerdo TranspacĂfico de CooperaciĂłn EconĂłmica y el Acuerdo de ParĂs sobre el cambio climático, dos acciones que se justificaron con el argumento proteccionista que se resumen en su eslogan de campaña: “Estados Unidos primero”.
“HeredĂ© un desorden”, decĂa Trump sobre el estado del paĂs cuando lo recibiĂł de las manos de Obama. “Tanto en casa como en el exterior, un desorden”.
Para volver a poner las cosas en su sitio, pausĂł la normalizaciĂłn de las relaciones con Cuba y la retirada militar de las tropas estadounidenses de Afganistán y ahora intenta, aunque no lo ha logrado, ponerle fin al acuerdo con el que Obama detuvo el programa nuclear de Irán, lo que evitĂł que el paĂs islámico se convirtiera en una segunda Corea del Norte a cambio de aliviar sanciones econĂłmicas.
El acuerdo impidiĂł que Irán, que cuenta con misiles balĂsticos intercontinentales que ya ha probado en Siria contra el Estado Islámico, se terminara convirtiendo en una amenaza equivalente a la que ahora representa el rĂ©gimen norcoreano y, sin embargo, para Trump es “el trato más estĂşpido de todos los tiempos”.
Si su administración pierde credibilidad frente a Irán, la posibilidad de una salida negociada a la crisis con Corea del Norte queda herida de muerte.
Sin embargo, el fracaso de Trump para convencer al Congreso de revertir y reemplazar el sistema de salud que instaurĂł su predecesor puso al descubierto el poco apoyo que tiene en su partido.
Durante años, los republicanos usaron su mayorĂa en el Legislativo para bloquear las iniciativas de Obama. Con Trump están descubriendo que el presidente demĂłcrata no era el peor de todos sus males.
fuente elespectador.com/


