Tanto dentro como fuera de sus filas muchos ven con preocupación, y otros con alegría maniquea, la crisis que hoy padece el Partido reformista Social Cristiano.
Tanto dentro como fuera de sus filas muchos ven con preocupación, y otros con alegría maniquea, la crisis que hoy padece el Partido reformista Social Cristiano. Y es que realmente debe llamar a preocupación la crisis que padezca cualquier partido político que haya hecho grandes contribuciones a la democracia del país.
Sin embargo, el estado de crisis que hoy muestra el PRSC no debe inquietar más de lo debido. Porque si bien la crisis puede significar peligro, también significa oportunidad. Y los líderes hoy enfrentados deberán apelar a su lucidez y dar muestra de madurez política para convertir este conflicto en oportunidad más que en peligro, apelando a su genética de “vencedores”.
Ni el tiempo ni los tribunales, ni la opinión pública resolverán el conflicto entre los dos bandos reformistas. Son las mismas partes en conflicto las únicas capaces de hacerlo. Pero sólo lo lograrán si lo asumen como un estado de agonía de su “mismo partido”.
La agonía no es necesariamente la antesala de la muerte. Es más también “lucha por vivir”. Y en esta lucha no hay enemigos sino adversarios, y no deben haber vencidos ni vencedores.
Esta “lucha” se gana o se pierde siempre juntos. Ninguna de las dos partes por sí solas puede aparecer como dueña de los fundamentos políticos del “reformismo socialcristiano” ni como representante de la totalidad del partido. Juntas sí.
La filósofa y politóloga belga Chantal Mouffe propone rescatar la categoría de agonía (en la que el conflicto deje de ser visto negativamente) para que pase a ocupar el centro de la escena política. Estos dos conceptos claves (antagonismo y agonismo), bien pueden servirnos para analizar el conflicto de los dos grupos del PRSC que se disputan su herencia.
También sostiene que lo que caracteriza a la democracia pluralista en tanto forma específica del orden político es la instauración de una distinción entre las categorías de «enemigo» y de «adversario».
Esta consideración conlleva a que “no se verá en el oponente un enemigo a abatir, sino un adversario de legítima existencia y al que se debe tolerar. Se combatirán con fuerza sus ideas, pero jamás se cuestionará su derecho a defenderlas”.
Agonismo y antagonismo son dos formas de lo político. Una vez que hemos distinguido entre antagonismo (relación con el enemigo) y agonismo (relación con el adversario), podemos comprender por qué el enfrentamiento agonal, lejos de representar un peligro para la democracia, es en realidad su condición misma de existencia. ¡Así esperamos que lo asuman, más temprano que tarde, los reformistas!
El concepto de “agonía” se remonta a la Antigüedad griega. El término “ἀgwnἰa” (agonía), tiene como significados originarios: lucha, combate, contienda. Pero se rige por reglas y rituales serenos e inteligentes.
Por otro lado, la voz “agonía” tiene como raíz “ago” (ἄgw): llevar, conducir, atraer, educar; de donde provienen los términos “ágora” y “agón” entre otros. Pero el término agón era usado también en otros ámbitos. En efecto, la competencia estaba presente en las palestras, entre los atletas; en los anfiteatros, entre los artistas; en el ágora, entre los políticos.
Más adelante, principalmente a partir de los escritos de los Evangelios y de los Padres de la Iglesia que “conciben la vida cristiana como permanente combate”, su significado está cargado semánticamente con el de angustia o sufrimiento expectante respecto de la muerte. Así, actualmente esta voz está ligada a la imagen del tiempo inmediatamente anterior a la muerte.
Toca a los dos grupos reformistas hoy en conflicto asumir sus diferencias con actitud agonista. Y aceptar el compromiso de dirimirlo con altura, serenidad y decencia. Debiendo evitar los insultos, las trampas, las campañas mediáticas irritantes y las solicitudes de “decapitaciones”.
Y deberán sobre todo pensar seriamente de que si por la actitud “poco cristiana” de alguna de las dos partes el partido muere, aquel que lo provoque habrá de convertirse en el último “devorador de pecados”, un personaje que apreció en la Inglaterra del siglo XIX al cual se le pagaba un precio o se le ofrecía alimentos para cargar con las ofensas de los fallecidos y sus consecuencias en el más allá.
Si muriera, unos y otros, dormidos y despiertos escucharán la voz de ultratumba de Balaguer que les dice: “Llorarán como mujeres aquello que no supieron defender como hombres”.
Y si hiciera falta una mediación, entonces que recurran ODCA -Organización Demócrata Cristiana de América.
Confiamos en que los reformistas enfrentados hoy entiendan que esta agonía puede llevar a su partido a la muerte o una nueva vida política atractiva y vigorosa. ¡Ojalá que sean capaces de vivir esta agonía con una mente grande que los guíe a una RENOVACION MANCOMUNADA!
fuente http://acento.com.do