No quedan ni 15 familias por reubicar, pero siguen las demoliciones
SANTO DOMINGO. El silencio es casi total, excepto por momento cuando se escuchan los golpes secos de las mandarrias que utilizan obreros y propietarios para sacar algo de valor de las pocas casas que quedan de pie en la vieja Barquita.
El panorama es desolador, contrasta con el lugar donde antes hubo jolgorio con el silencio de las aguas sucias del Ozama que no para en desfilar hacia el mar, pero ya no es amenaza, al menos en esta parte.
En la parte más profunda del sector y en área vulnerable apenas queda una casita de pie, es la de Andreina GĂłmez, madre de dos niñas que aĂşn no recibe su vivienda y como dice su padre Carlos AndrĂ©s Cuevas, no la puede dejar sola “porque hasta me la violan“.
Aunque asegura que su casa fue censada, no la quieren trasladar a un apartamento, quizás porque el propietario de la casita era su padre que ya fue bendecido con un apartamento por otra vivienda que tenĂa más adelante.
Quedan otras familias, pero las mudanza han disminuido, Ayer solos fueron mudadas tres familias, de acuerdo con moradores y otros que están en la zona de influencia del Ozama, temen que los dejen en el peligro y ahora más solos.
Ya los vehĂculos entran hasta “La Lata”, lugar donde nunca habĂa llegado uno de cuatro ruedas. Los tractores van abriendo trochas, dejando ver el peligro en que durante años vivĂan cientos de familias.
“Mary” es una de niña que jugaba con sus amiguitas que ya están disfrutando de la Nueva Barquita. Es cerca del mediodĂa y ayuda a su madre a limpiar el arroz al que le espera un guiso de salami para hacer un locrio en un caldero sustentado en tres piedras en un solar donde habĂa una casa.
No está alegre como antes porque se va quedando sola, sin compañeras para jugar y condenada a seguir viviendo en la miseria, condenada quizás de por vida a seguir reproduciendo la miseria en que le ha tocado vivir desde que vio la luz del mundo.
AsĂ, con pocas esperanzas, tambiĂ©n están unos pocos en la iglesia San JosĂ©, que aunque alegan ser propietarios y ser censados, algunos tienen historias reales, pero que otros alegan propiedad que no pueden demostrar haciendo honor a la “viveza” de algunos dominicanos, pero que Urbe se resiste a dejarse engañar.
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