Carmen Irizarry fue asesinada por su compañero drogadicto en el Bronx, pero su nieta de nueve años, Heaven, huyó y así evitó ser parte de la sombría lista de niños asesinados por las personas más cercanas a ellos.
NUEVA YORK — La niña, llamada Heaven, estaba acurrucada a un lado de su abuela. Ambas yacían en el colchón que solían compartir y que estaba tirado sobre el suelo de la sala. La mujer llamada Carmen Irizarry había tenido durante muchos años la custodia legal de la niña de nueve años, como suplente de su conflictiva madre.
La abuela de Heaven estaba enferma; tenía que estar conectada a un tanque de oxígeno para poder respirar tras una larga hospitalización causada por una enfermedad pulmonar aguda. Era temprano por la mañana del 11 de mayo y todo estaba en calma en el apartamento a media luz, situado en un octavo piso del South Bronx.
La policía afirma que, justo antes de las 5:00 de la mañana, Henry Maldonado, quien durante 30 años fue la pareja de Irizarry, entró al cuarto empuñando un cuchillo de chef. Enfurecido, le enterró el cuchillo a Heaven y luego a Irizarry, una y otra vez; cortó cinco veces el torso y la pierna izquierda de Heaven. Su abuela trataba de bloquear esos ataques.“Heaven, ¡vete!”, le gritó.
Esas fueron las últimas palabras que Irizarry le dirigió a su nieta, según lo que Heaven le contó a la policía y seguramente fue lo que la salvó de unirse a la sombría lista de niños asesinados por sus personas más cercanas. En una ciudad que ha visto cómo sus tasas de asesinatos hanbajado a niveles históricos, esas muertes son una persistente mancha de violencia que a menudo revela los vacíos del sistema de atención a menores.
En los casos más oprobiosos, los trabajadores sociales no notaron las señales de abuso físico de los menores que murieron, lo cual provocó mucho enojo e inició las reformas. En el caso de Heaven Irizarry las señales eran más sutiles, pues su casa era muy similar a muchos de los hogares conflictivos con los que los trabajadores sociales se topan. La amaban y su custodia era sólida, pero también estaba rodeada de personas adictas a las drogas y con problemas judiciales. Determinar que corría peligro no era una tarea sencilla.
Dos días después del nacimiento de Heaven, Brenda Irizarry se la entregó a su madre. No tenía opción: debía ir a la cárcel por haber violado su libertad condicional y los funcionarios de atención al menor estaban preguntando por su bebé. Ese día de agosto de 2006 ocurrió el primero de los tres encuentros que la oficina de atención al menor de Nueva York sostendría con la familia Irizarry. En cada uno de ellos, los trabajadores no notaron o ignoraron los antecedentes de violencia doméstica y drogadicción de Maldonado.
Si no se hubiera escapado, Heaven podría haberse convertido en la víctima del octavo asesinato registrado este año en el distrito policial 40, donde The New York Times ha hecho reportajes de todos los asesinatos registrados en 2016. En su lugar, fue el nombre de su abuela de 60 años el que se registró esa mañana. Desde entonces, han sucedido más homicidios en ese distrito (que totalizó 14 durante el año pasado) que en el resto de los distritos policiales de la ciudad, con excepción de uno.

Mientras su abuela sucumbía ante las puñaladas, Heaven salió corriendo del departamento. Estaba descalza y su camisón estaba bañado en sangre.
Subió dos tramos de escaleras y se dirigió a un apartamento ubicado justo arriba del de su abuela, en el 700 East 156th Street, en St. Mary’s Park Houses. Loretta Fleming le abrió la puerta y Heaven entró dando tumbos. “Mi abuelo se puso como loco”, dijo la niña.
Fleming, que a menudo fungía como niñera de Heaven, llamó al 911. Podía oír cómo abajo Maldonado golpeaba cosas y rompía las de vidrio. “Te vas a morir”, escuchó que gritaba. Luego olió a humo.
Maldonado, de 55 años, usó un encendedor para prenderle fuego a los papeles y la ropa, dijo la policía. Le enterró más de 25 veces el cuchillo de 20 centímetros a Irizarry, rompiendo el mango. Luego se apuñaló dos veces en el pecho con un cuchillo para carne.
Los bomberos derribaron la puerta y extinguieron el incendio. Los policías usaron una pistola paralizante para someter a Maldonado.
Cuando el sargento Michael J. LoPuzzo, comandante de la unidad de detectives del distrito policial 40, entrevistó a Maldonado ocho días después, en el área de quemaduras del Centro Médico Jacobi, dijo que solo podía recordar que había tratado de suicidarse. Cuando se le dijo que Irizarry había salido lesionada, Maldonado dijo que quería un abogado. Luego preguntó si Heaven estaba bien.“Le dije: ‘Está bien, pero la apuñalaste cinco veces’”, recuerda el sargento LoPuzzo. “Entonces me preguntó: ‘¿Y mi esposa?’. Solo negué con la cabeza y me dijo: ‘¿Qué quiere decir eso?’, le contesté: ‘Murió. Tú la mataste’”.
Señales de peligro
En retrospectiva había pistas de que, a pesar de la evidente devoción que Irizarry sentía por Heaven, la niña vivía en medio de la inestabilidad, expuesta al peligroso estilo de vida de su madre adicta a las drogas y los violentos cambios de humor de Maldonado.
“Este acusado tiene antecedentes de violencia en contra de Irizarry”, dijo un abogado adjunto del distrito del Bronx en una audiencia celebrada en junio, después de que se acusó a Maldonado del asesinato.
Un año antes de que naciera Heaven, Maldonado atacó a Irizarry durante dos días seguidos, una vez a puñetazos y la segunda con un machete. Trancó la puerta y cortó la línea telefónica durante el segundo ataque, según los registros del tribunal y las entrevistas con testigos. Lo arrestaron y lo declararon culpable de agresión.
Dos años después, en octubre de 2007, los trabajadores de asistencia al menor determinaron que la casa de Irizarry era segura para su nieta cuando realizaron un estudio sobre su hogar ordenado por el tribunal, después de que Irizarry presentó la solicitud de la custodia de Heaven. En ese entonces, la oficina no podía revisar fácilmente los registros de antecedentes criminales.
El tribunal, basado en el informe del trabajador social, le otorgó a Irizarry la custodia legal de la niña. El padre de Heaven, a quien no fue posible localizar para que diera su opinión, nunca ha jugado un papel en la vida de la niña ni ha solicitado su custodia, según afirmaron varios familiares.

Ocho años después, la oficina de atención al menor volvió a investigar a la familia, después de que Brenda Irizarry, la madre de Heaven que vivía en el apartamento durante largos periodos, atacó a una mujer con un bate de béisbol mientras Heaven presenciaba la escena. En septiembre de 2015, Irizarry se declaró culpable de intento de asalto en segundo grado, pero no se le sentenció a pasar tiempo en prisión.
De nuevo, los trabajadores sociales determinaron que Carmen Irizarry era una custodia competente, aunque a veces dejaba a la niña con su hija, comentaron dos personas cercanas al caso.
En esa ocasión, los funcionarios le hicieron preguntas a los profesores de la escuela pública 157. ¿Por qué Heaven faltó diez días a la escuela cuando cursaba segundo grado? Su asistencia empeoró el año siguiente, pues faltó 26 días cuando su abuela se enfermó, pero sus profesores no alertaron a los funcionarios de atención a menores, según las personas que conocen el caso.
El Departamento de Educación de Nueva York citó las leyes de privacidad y se negó a comentar por qué las ausencias de Heaven no habían derivado en una llamada a las autoridades.
Sus amigas dicen que Susie Irizarry, como llamaban a la abuela, era una custodia vigilante que adoraba a Heaven y la policía de la ciudad confirmó que nunca hubo una queja de que Heaven sufriera maltrato físico.
En la práctica, Irizarry no era la única que cuidaba a Heaven. Trabajaba muchas horas como consejera de adultos incapacitados y casi todas las noches llegaba tarde a casa, según los vecinos y familiares. A menudo eran Maldonado o la madre de Heaven quienes la cuidaban después de la escuela. Además, un par de tardes a la semana, Heaven se quedaba con Fleming, la vecina que la recibió cuando asesinaron a su abuela.

Brenda Irizarry, de 44 años, había sido arrestada nueve veces desde 2013 por cargos de prostitución, hurto y posesión de drogas. Henry Maldonado había sido arrestado unas quince veces desde 1984 por varios cargos, incluyendo portación de arma blanca, posesión de drogas y robo a mano armada. En 2010, se declaró culpable de vender pastillas que obtenía a través de Medicaid a un traficante del mercado negro.
Además, un hombre que vivía con Fleming, y que a veces acompañaba a Heaven y Brenda Irizarry en sus salidas al parque o la playa, había recibido una condena por delitos sexuales y pasó 21 años en la cárcel por la violación y el robo a una niña de 12 años, según dijeron los agentes judiciales. Un año antes, este hombre llamado Morgan Shuler, de 53 años, fue arrestado de nuevo, acusado de haber violado a una mujer en el edificio de Heaven. Se declaró no culpable. “Él amaba a Heaven”, dijo Fleming.
Desde el asesinato, Heaven está en custodia temporal con Henry Jr., un hijo de Maldonado que no veía a su padre y que está buscando obtener la custodia permanente, según algunos familiares. Las heridas físicas de Heaven ya sanaron y ella está progresando en su nuevo hogar y escuela en el North Bronx, dijeron los agentes. Asistió a un campamento de baile y gimnasia durante el verano. La familia la llevó a pasear por un río en Pensilvania y de vacaciones a Florida. Por primera vez en su vida, Heaven tiene su propia cama.
En junio, Henry Maldonado se declaró inocente en el juzgado. Su abogado, Martin Goldberg, aún no ha indicado si su plan es presentar una defensa basada en una enfermedad psiquiátrica.
Gladys Carrión, funcionaria de la Administración de Servicios para Menores de la ciudad, dijo que las leyes estatales le impedían decir si los trabajadores sabían sobre el ataque previo de Maldonado a Irizarry o sobre los antecedentes penales de otras personas alrededor de Heaven.
Carrión sostuvo que ese departamento no le pide a la corte que pongan a los niños en el sistema de menores solo porque haya drogadictos o personas con antecedentes penales en su hogar. De hecho, muchas de las familias que esa instancia monitorea en el South Bronx luchan con una combinación de ambos problemas.

“Nos tendríamos que llevar a muchos más niños”, dijo.
Carrión afirmó que es difícil para los trabajadores sociales conocer a todas las personas que cuidan a un niño. Las investigaciones se enfocan en el custodio principal, en este caso Carmen Irizarry, dijo. La oficina solo recurre al acogimiento de menores como último recurso, por lo general en casos de maltrato físico, abuso sexual o negligencia extrema, dijo la comisionada.
“Nuestro trabajo no es una ciencia exacta”, aseveró. “No hay forma de predecir el cien por ciento de las veces lo que podría ocurrir, ni cuándo podría suceder ni cuándo es el momento indicado para intervenir”.
Un mundo de drogas
Es difícil separar a Maldonado de su rutina diaria de clínicas de metadona, clínicas ilegales que tratan el dolor, tráfico de drogas en las esquinas y su consumo furtivo en parques, callejones y escaleras. Era famoso en el corredor comercial de la Calle 149, cerca de la Tercera Avenida, con su cabello largo y entrecano recogido en una coleta, su parche de “Primero la muerte que la deshonra”, sus pesados anillos en cada dedo, un bastón en una mano y una navaja en su bolsillo. “Bandido siempre, por siempre bandido” era como se describía a sí mismo en Facebook.
El abuso de la heroína y los opiáceos se ha extendido en áreas suburbanas y rurales de todo Estados Unidos, pero desde hace mucho este flagelo ha devastado al South Bronx, donde vivían Maldonado e Irizarry. En el Bronx muere más gente por sobredosis de heroína y opiáceos que en cualquier otro sitio de la ciudad; la tasa supera a los 22 por cada 100.000 residentes. Pocas áreas tienen tantas clínicas de metadona como los vecindarios de Mott Haven y Melrose, dentro del distrito policial 40.
Desde hace varias décadas, Maldonado era adicto y todos los días iba a una clínica de metadona ubicada en la calle 138 Este. Ese tratamiento está indicado para frenar el deseo de consumir heroína, pero las clínicas suelen ser puntos de reunión para los adictos poco decididos que se empujan a la recaída, según los expertos en adicciones. Después de tomar su dosis, Maldonado pasaba sus días persiguiendo su siguiente consumo: pastillas, fenciclidina (PCP, por su sigla en inglés), cocaína y, de vez en cuando, heroína, según sus familiares y amigos que padecían las mismas adicciones.
“Tenía un terrible problema de drogadicción”, dijo su hija, Evita Maldonado. “Se drogaba con cualquier cosa que pudiera conseguir”.

Su alto consumo de drogas comenzó a principios de los ochenta, por la misma época en que conoció a Irizarry en una discoteca de salsa cerca de las calles Bristow y Jennings. Antes se llamaba Carmen Rodríguez y durante la década de los setenta estuvo casada con el padre de Brenda, Harry Irizarry, y se quedó con su apellido.
A Irizarry le encantaba bailar, recuerdan muchos de sus amigos. Maldonado, entonces conocido por el apodo Dee Jay, se la pasaba con un grupo de jóvenes que se hacían llamar los Cool Brothers y le brindaban seguridad a los centros nocturnos.
Su relación era tempestuosa y estaba basada en el alcohol, las drogas y los clubes nocturnos, dicen sus amigos. “Henry era un hombre salvaje”, dijo Jimmy Soriano, un amigo de aquel entonces. “Consumían como si las drogas fueran a acabarse por siempre o algo así”.
Sus amigos cuentan que Maldonado tenía una vena melodramática y se ofendía fácilmente. Una vez, durante una discusión con Irizarry, estaba drogado con PCP y se tiró sobre la calle pidiéndole a alguien que lo atropellara.
Irizarry también luchó contra la adicción al alcohol y el crack. Mientras que ella ganó la batalla a principios de los noventa, después del nacimiento de sus dos hijas más jóvenes, Maldonado reincidía en el consumo de drogas una y otra vez, y salía hecho una furia de las reuniones de los grupos de apoyo. “Era extremadamente explosivo”, dijo Claude Hernández, una de sus consejeras.
A principios de los noventa, Maldonado trató de lanzarse desde una azotea y lo internaron en el Hospital de Harlem, contó su abogado, Martin Goldberg. En otra ocasión trató de ahorcarse mientras estaba en un tratamiento de desintoxicación en el Hospital St. Barnabas.

Él nunca encontró la fuerza para dejarlo, dicen sus amigos. Y los vecinos cuentan que cuando estaba drogado, a menudo peleaba con Irizarry. “Siempre estaban discutiendo”, dijo Joy T. Madison, quien vivió en el mismo edificio durante 15 años. “Él siempre estaba tomando y drogándose. Luego llegaba a la casa y comenzaba a pelear con ella”.
El sistema judicial hizo poco por ayudarlo. La mayoría de sus delitos fueron considerados menores; Maldonado nunca estuvo en la cárcel estatal y solo pasó algunos días en prisión. Los jueces le daban sentencias de terapia de manejo de ira o servicio comunitario, pero nunca se le conminó a tomar un tratamiento contra la adicción como parte de una negociación de sentencia, según muestran los registros del tribunal.
Además de consumir drogas ilegales, pasaba muchos días consultando a doctores en tres clínicas. El psiquiatra de una le recetó estabilizadores del ánimo y tranquilizantes para trastorno bipolar, sostuvo su abogado. También veía a un anestesiólogo por el dolor en la espalda y la rodilla. El tratamiento para esos padecimientos eran más drogas: inyecciones y pastillas de opiáceos.
Muchos de los amigos de Maldonado dijeron que jamás se habrían imaginado que atacaría a Irizarry y Heaven. A menudo se le veía abrazándola y besándola. También parecía deleitarse en su papel de abuelo, consintiendo a Heaven y llevándola a la escuela.
“Para haber hecho eso, debió haber estado en otro mundo”, dijo Carlos Núñez un amigo cercano. “Todavía no puedo creer lo que sucedió”.
‘Se estaba perdiendo’
Sin embargo, varios amigos dijeron que en abril había señales claras de que Maldonado estaba teniendo problemas mentales, en medio de la enfermedad de Irizarry, quien fue diagnosticada con una enfermedad pulmonar obstructiva crónica y estuvo varias semanas internada en el Centro Médico y de Salud Mental Lincoln.

Mientras estaba en terapia intensiva, Maldonado incrementó su consumo de drogas ilegales y dejó de tomar sus ansiolíticos, según cuentan sus amigos y familiares. Fumaba PCP y hablaba de suicidarse. “Se estaba perdiendo”, recuerda Núñez.
Su dolor se transformaba en violencia. Un vecino que en abril trató de visitar a Brenda, la madre de Heaven, dijo que Maldonado le dio un puñetazo y lo persiguió con una espada. Ese mismo mes, Maldonado atacó a su hija Evita con un bastón después de que ella lo confrontara por su drogadicción, contó ella en una entrevista.
También se quejaba amargamente de la presencia de Brenda en el apartamento, echándole la culpa de la enfermedad de Irizarry y amenazando con matarla, mencionaron algunos amigos.
A fines de abril Irizarry salió del hospital, débil e incapaz de trabajar. Le pidió a Brenda que se fuera del apartamento.
“Dijo que las cosas iban a cambiar”, contó Nilsa Rivera, una de sus mejores amigas. “Ya no iba a soportar la negatividad ni las adicciones de nadie”.
Maldonado, quien hacía trabajos esporádicos para conseguir efectivo y había comenzado a recibir una pensión por incapacidad, tenía que dedicar una mayor parte de sus ingresos para pagar las cuentas. En una conversación que sostuvo con el detective Javier Cordero mientras estaba hospitalizada, Heaven dijo que Maldonado gritaba: “No más gastos” cuando las atacó a ella y a su abuela.
Según un vecino, la noche anterior a la agresión había estado muy agitado y con ojos vidriosos. Estaba en el pasillo, afuera del apartamento de Irizarry.
“Se le veía el estrés en la cara”, dijo Steven Ocasio, el vecino. “Dijo: ‘Mis demonios están sueltos esta noche’”.
Goldberg, el abogado defensor, dijo que Maldonado negó haber fumado PCP esa noche. También dijo que, en las primeras horas de la mañana, Maldonado había tomado sus medicamentos recetados, entre ellos Seroquel, Xanax, Ambien y OxyContin.
“Se trató de un intento de suicidio”, dijo Goldberg.
Sin embargo, no fue Maldonado quien murió, sino Irizarry. De alguna manera fue víctima de la fe que ella le tenía, dijo Angélica Rosado, la hija menor de la pareja. “Nunca dejó de creer en él”.
Asesinatos en el Distrito 40
Para comprender la manera en que se desarrollan los asesinatos en una ciudad que ha presenciado una disminución de delitos a niveles históricos, The New York Times está analizando la vida y muerte de todas las personas cuyo asesinato se registró en 2016 en el distrito policial 40 del South Bronx, así como los retos de la policía en ese lugar.
24 de enero Carmen Torres González, de 59 años
22 de febrero Freddy Collazo, de 20 años
7 de marzo Nadia Saavedra, de 34 años
14 de diciembre de 2015 Bruce Purdy, de 29 años
4 de abril Francisco Pérez, de 37 años
10 de abril Julian Washington, de 30 años
8 de mayo Roberto Rodríguez, de 30 años
11 de mayo Carmen Irizarry, de 60 años
11 de junio Jessica White, de 28 años
19 de julio Adrián Maldonado, de 24 años
8 de agosto Jequan Lawrence, de 31 años
14 de agosto Rafael Guzmán, de 39 años
23 de octubre Kevin Thomas, de 28 años
2 de noviembre Maribel Cavero, de 45 años
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23 de octubre Kevin Thomas, de 28 años
2 de noviembre Maribel Cavero, de 45 años
fuente:www.nytimes.com/