Raúl Castro, el mandatario que recientemente dejó la presidencia de Cuba, admitió públicamente que hay demasiados blancos en los programas noticiosos de radio y televisión de la isla.
“Costó trabajo” contratar a los pocos presentadores de raza negra que actualmente están al aire, dijo Castro en su discurso de salida, una admisión notable dado el control estatal de todas las transmisoras.
El pasado 20 de abril muchos se sorprendieron al ver la cantidad de mujeres y afrocubanos que fueron elegidos para ocupar puestos en los más altos niveles de la política pública del nuevo gobierno: tres de los seis vicepresidentes del Consejo de Estado en el poder son de raza negra, incluyendo al primer vicepresidente, y tres son mujeres.
El nuevo consejo funcionará bajo el mando del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien tomó posesión el 19 de abril.
El hecho de que el primer gobierno en sesenta años sin un Castro incluya a ese número mujeres y funcionarios negros es relevante en Cuba, donde las crecientes oportunidades comerciales solo han incrementado las disparidades económicas con trasfondo racial. Los expertos afirman que esto también acentuó la importancia del movimiento afrocubano, impulsado durante los últimos veinte años por artistas, músicos de hip hop e intelectuales dispuestos a hablar acerca de los problemas que afectan a las personas de raza negra en la isla.Aunque las estadísticas oficiales reflejan que menos del 10 por ciento de la población es de raza negra, muchos otros cálculos elevan bastante esa cifra.

Históricamente, el gobierno cubano de los hermanos Castro ha sido visto como un sistema constituido principalmente por hombres blancos, en especial de edad avanzada. A pesar de que en general ha tenido al menos a un afrocubano en una posición de alto nivel, los críticos los consideran figuras simbólicas.
Los escépticos dudan que haya cambios profundos que atiendan la desigualdad que enfrentan muchos afrocubanos en el país, aunque incluso algunos de los críticos acérrimos del gobierno reconocen que el cambio en el aspecto de la diversidad fue un avance relevante.
“Sí, es de gran importancia”, dijo Ramón Colas, un activista de raza negra que buscó asilo político en 2001 y ahora vive en Misisipi. “A lo largo de la historia, la Revolución cubana ha sido blanca y ha sido vista desde fuera como una revolución de hombres blancos, donde los negros formaban parte de la muchedumbre; espectadores que guardaban silencio o aplaudían, pero jamás participaban”.
Colas afirmó que la elección, controlada por completo por los Castro y el Partido Comunista, demostró que el ahora exdirigente cubano tiene “orejas grandes” y estaba dispuesto a escuchar el clamor de las organizaciones civiles y artísticas de afrocubanos. No obstante, señaló que sería mucho más relevante que las tres personas negras en el consejo utilizaran su puesto para impulsar la equidad racial.
“¿No sería maravilloso que utilizaran su puesto para decir: ‘Como afrocubano, me opongo a la injusticia en contra de los negros en Cuba’?”, preguntó. “Dudo que puedan hacerlo. No se les permite. Fidel declaró que el problema del racismo estaba finiquitado”.
Aunque sigue habiendo desigualdad en el país, la Revolución castrista sí hizo grandes avances en favor de los negros.
Antes de esta había una marcada estratificación social, en la que los afrocubanos tenían menos oportunidades y soportaban una mayor discriminación que sus conciudadanos de piel más clara. Cuando Fidel Castro asumió el poder después de la Revolución, uno de sus primeros edictos buscaba, en esencia, terminar con el racismo.
Alejandro de la Fuente, profesor de Estudios sobre Cuba en la Universidad de Harvard y quien ha escrito ampliamente sobre los afrocubanos, aseveró que la inequidad disminuyó en muchos sentidos. Su investigación demostró, por ejemplo, que durante la década de los ochenta la brecha en la expectativa de vida entre negros y blancos era menor en Cuba que en Brasil o Estados Unidos.
Además, descubrió que la cantidad de afrocubanos que asistió a la universidad fue muy cercana a la cifra de cubanos blancos, mientras que en Estados Unidos asistían el doble de personas de raza blanca en comparación con los de raza negra.
Pero el progreso, resultado de la socialización de la educación, se neutralizó con el desplome económico que tuvieron que enfrentar los afrocubanos después del colapso de la Unión Soviética durante la década de los noventa. Más cubanos comenzaron a vivir de las remesas enviadas desde Estados Unidos. Y casi todos los cubanos que enviaban dinero desde ese país eran blancos.
En el censo de 2012, solo el nueve por ciento de los cubanos se identificó como negro, una señal de que la mayoría de los cubanos no distinguen los beneficios de identificarse como afrocubanos, afirmó. La mayoría de los cálculos registra una cantidad mucho mayor de habitantes de raza negra.
“Si lo analizamos con la regla de una gota, como se hace en Estados Unidos, Cuba es casi 90 por ciento negro”, dijo Colas riendo.

Katrin Hansing, profesora en el Baruch College en Nueva York, quien estudia la desigualdad racial en Cuba, argumentó que la presencia de más personas de raza negra en el consejo muy probablemente se enfrentará a una actitud colectiva de indiferencia en la isla. Las disparidades económicas se han vuelto tan evidentes, dijo, que cada vez surgen más barrios pobres en las afueras de las grandes ciudades y están habitados en gran parte por afrocubanos.
“Esto no modificará su dura realidad socioeconómica”, explicó Hansing. “El Partido Comunista no va a cambiar solo porque hay tres personas negras en puestos de alto rango”.
En Cuba, muchas personas entrevistadas coincidieron y algunas ni siquiera estaban enteradas de los cambios que se habían hecho.
En el barrio de La Corea, a las afueras de La Habana, muchos tenían preocupaciones más urgentes que el equilibrio racial de los funcionarios de la nación. Había montones de basura apilados en las esquinas, cubiertos de densas nubes de moscas. Una fuga de agua en una tubería debajo de la acera fluía sin control, dejando charcos y atrayendo mosquitos.
El vecindario contrasta profundamente con las imponentes, aunque maltrechas, estructuras coloniales de La Habana Vieja o las resplandecientes mansiones del Vedado o Miramar. Las casas están juntas y tienen fragmentos oxidados de metal corrugado o bloques de cemento en obra negra. En algunos sectores, las calles están tan desgastadas que ya solo hay tierra.
En el vecindario predominantemente negro, los habitantes están un tanto divididos respecto al significado de la nueva composición racial del gobierno. Manuel Garro Gómez, de 65 años, al parecer asumió la explicación oficial del asunto. “Cuba asegura que no hay discriminación y en gran medida así es”, dijo. “Antes de la Revolución, no había absolutamente ninguna relación entre negros y blancos. Hoy convivimos con facilidad”.
Calle abajo, Yasmani Santo, de 30 años, al enterarse del cambio, concluyó que era una acción respetable.
“Esto refleja un poco más a la población, eso lo agradezco”, dijo. “Pero no estoy seguro de que vaya a cambiar algo”. En cuanto a la situación del barrio, dijo: “La gente viene aquí y promete arreglar las cosas, pero no pasa nada. Veamos si este nuevo presidente hace algo”.
fuente .nytimes.com