Por Rafael Aridio Hidalgo G.

A cualquiera que se le antoje, de manera
unilateral, sin consultar a nadie, menos a las autoridades, pone en las aceras
y hasta ocupando parte de la calle, cualquier tipo de “tarantĂn” o fritura, o
una venta de helados o empanadas, sin importar que el espacio que está ocupando
es el que le corresponde al “ciudadano de a pie”.
Es frecuente ver en cualquier calle cĂłmo “un
padre de familia” improvisa un taller para arreglar passolas o motor, lo mismo
que una máquina para montar, desmontar
tapar gomas, que van desde motocicleta, carros, camionetas y hasta las de
gredal o pala mecánica.
Cualquier dĂa, un sastre con calor, con su
centĂmetro al cuello y un camisilla desmangada, no tiene miramientos para sacar
su máquina de coser a la acera, con una caja de telas y otra de “retazos”, para
iniciar su trabajo en su improvisado local “al aire libre”, olvidándose que el
espacio que ocupa, es tanto suyo como de los transeĂşntes.
Pero el colmo es que hasta las cafeterĂas, que
por degeneraciĂłn adquieren el nombre de “barras de mala muerte”, tambiĂ©n sacan
a las aceras sus sillas y sus mesas para que los parroquianos y las
parroquianas disfrutes de sus refresconas y sus bebidas espirituosas, sin que
nada le impida que el espacio sea aprovechado para tirar el son, al ritmo de
una bachata, un merengue o un “dembou”.
Es frecuente ver en las aceras de cualquier
“colmadon”, lugar en donde lo menos que se vende es azĂşcar, sal, salsa, ajo y
cebolla, unas monstruosas bocinas, que por su tamaño, no solo impiden el libre tránsito por el
lugar, sino que son un obstáculo para los vecinos puedan conciliar el sueño,
bebido a la agresiĂłn sĂłnica que ellas producen.
Pero como el dominicano es tan especial, no
tiene que ser dĂa de fiesta o fin de semana largo, solo se tiene que estar de
vago para aprovechar la sombra que proyecta un edificio, para sacar una mesa
con un castres como soporte, un hoyo en cada esquina, para que “cuatro frentes”
y “ocho mirones”, instalen una mesa de “dĂłmino” y ¡jugar se ha dicho!, sin importarle que le
están impidiendo a su vecino caminar por
la acera que le corresponde.
Ni hablar de las tiendas grandes y pequeñas,
que como los plásticos son gran volumen, aprovechan para sacarlos fuera para
que el pĂşblico los vea, pero el espacio que toman es el que le corresponde al
peatĂłn, transeĂşnte o el dominicano de a pie.
Pero el mejor parqueo son las aceras para los
dueños de motores y passolas estacionar sus máquina, para echarle la vista,
porque los ladrones no dan tregua, aunque los que transitan a pie se perjudiquen.
Con tan mala suerte nosotros, los dominicanos,
que ya el ChapulĂn Colorado muriĂł, que no podremos decir “…Y ahora, quien podrá
defendernos…?.
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