Quizá no ha habido un presidente estadounidense desde Abraham Lincoln cuya vida, convicciones y cosmovisión han sido marcadas de manera tan fundamental por leer y escribir como ha sucedido con Barack Obama.
El 13 de enero, a siete dĂas de dejar la Casa Blanca, Obama se sentĂł en el Despacho Oval a discutir el papel indispensable que los libros han tenido en su presidencia y en su vida. Desde su niñez, a veces solitaria, en la que “estas palabras portátiles” le hacĂan compañĂa, hasta una juventud en la que lo ayudaron a descubrir quiĂ©n era, quĂ© pensaba sobre el mundo y quĂ© le parecĂa importante. Y, sobre todo, su efecto a lo largo de ocho años en la Casa Blanca, marcados en parte por una sobrecarga informativa, un partidismo extremo y reacciones con exabruptos. Los libros fueron una fuente de ideas e inspiraciĂłn, y le dieron una manera de apreciar de nuevo las complejidades y ambigĂĽedades de la condiciĂłn humana.“En un momento en el que los eventos suceden tan rápido y se transmite tanta informaciĂłn” dijo que la lectura le presentaba la oportunidad “de desacelerar y conseguir nuevos puntos de vista”, asĂ como tener la habilidad de ponerse “en los zapatos de otros”. Esas dos cosas, dijo, “han sido invaluables. No puedo asegurar que me han hecho un mejor presidente. Pero lo que sĂ puedo afirmar es que me permitieron mantener el balance a lo largo de ocho años, porque este puesto es uno en el que los golpes llegan rápido y fuerte, y sin tregua”.
Para Obama, lo escrito por Lincoln, Martin Luther King Jr., Gandhi y Nelson Mandela “fue particularmente provechoso” cuando “lo que estás buscando es un sentimiento de solidaridad”, y destacĂł que “en momentos particularmente difĂciles, este trabajo puede ser muy solitario”. “Entonces tienes que saltar a lo largo de la historia para encontrar a personas que se han sentido igual; eso ha sido Ăştil”. En una de las recámaras de la Casa Blanca hay una copia escrita a mano del pronunciamiento de Lincoln en Gettysburg y Obama dijo que a veces se escapa del Despacho Oval para leerla.
Al igual que Lincoln, Obama se enseñó a sĂ mismo a escribir y las palabras se volvieron una manera de autodefinirse, asĂ como de comunicar sus ideas e ideales al mundo. De hecho, hay una lĂnea conectiva entre Lincoln, Martin Luther King Jr. y el presidente Obama. En discursos como los pronunciados en Charleston, Carolina del Sur, o Selma, Alabama, Obama ha seguido el camino de esos personajes histĂłricos, poniendo su maestrĂa de palabra al servicio de una visiĂłn que, como ellos, compara las dificultades y luchas actuales en tĂ©rminos raciales y de injusticia con un continuo histĂłrico que traza los avances que ha habido y lo mucho que falta por avanzar.
Es una visión de Estados Unidos como un proyecto aún no terminado, un trayecto de más de dos siglos para que las promesas hechas en la Declaración de Independencia se cumplan para todos. También está basada en la Biblia y la posibilidad de redimirse, asà como una creencia existencial de que podemos rehacer nuestras vidas continuamente. También es una visión que comparte el movimiento por los derechos civiles, que sigue sobrellevando obstáculo tras obstáculo y ha perseverado frente a expectativas abrumadoras.
Contexto biográfico
Las biografĂas de presidentes anteriores tambiĂ©n le han dado contexto a Obama, al contradecir el pensamiento de que “lo que sea que está sucediendo ahora es desastroso, increĂble o difĂcil de una manera Ăşnica”, dijo Obama. “Sirve pensar en Roosevelt intentado manejar las cosas durante la Segunda Guerra Mundial”.
Incluso libros que dijo que recogiĂł por primera vez para lectura escapista, como la Ă©pica de ciencia ficciĂłn ganadora del Premio Hugo en 2015, El problema de los tres cuerpos, escrita por el autor chino Cixin Lui, sirvieron de manera inesperada para poner las cosas en perspectiva. “Su mira era inmensa. Entonces fue divertido leerlo, en parte porque mis problemas diarios con el congreso parecĂan mĂnimos, algo por lo que no valĂa la pena preocuparse. ¡Los extraterrestres estaban por invadir!”.
En su libro de 1995, Los sueños de mi padre, Obama recuerda cĂłmo la lectura fue una herramienta crucial para definir en quĂ© creĂa al empezar su adolescencia, durante la cual vivĂa inmerso en trabajos de James Baldwin, Ralph Ellison, Langston Hughes, Richard Wright, W. E. B. Du Bois o Malcolm X en un esfuerzo por “criarme a mĂ mismo para ser un hombre negro en Estados Unidos”. DespuĂ©s, en sus Ăşltimos dos años de la licenciatura, tuvo un periodo de introspecciĂłn y estudio en el que leyĂł metĂłdicamente a filĂłsofos desde San AgustĂn a Nietzche, pasando por Emerson, Sartre y Niebuhr, todo para desintegrar y poner a prueba sus creencias.
Aun hoy en dĂa, la lectura sigue siendo una parte esencial de su vida. Hace poco, le regalĂł a su hija Malia un Kindle lleno de libros que querĂa compartir con ella, incluyendo Cien años de soledad, El cuaderno doradode Doris Lessing y La mujer guerrerade Maxine Hong-Kingston.
Y prácticamente cada noche en la Casa Blanca leĂa durante una hora o más. Una lectura profunda y ecumĂ©nica, que incluye literatura de ficciĂłn contemporánea —la Ăşltima novela que leyĂł fue The Underground Railroad de Colson Whitehead—, novelas clásicas y trabajos de no ficciĂłn novedosos comoPensar rápido, pensar despacio de Daniel Kahneman o La sexta extinciĂłnde Elizabeth Kolbert.Con libros como esos, el presidente podĂa pasar de los informes y reportes de polĂtica que estudiaba durante el dĂa, “salir de mi propia cabeza”, una manera de escaparse de la burbuja de la Casa Blanca. Algunas novelas lo ayudaban a imaginarse “bien quĂ© sucedĂa en las vidas de la gente” de todo el paĂs. Por ejemplo, descubriĂł que con las novelas de Marilynne Robinson podĂa conectarse emocionalmente a las personas que conociĂł en Iowa durante la campaña de 2008, a sus propios abuelos, oriundos del Medio Oeste estadounidense, asĂ como a los valores de trabajo, honestidad y humildad que enaltecen los habitantes de pueblos pequeños.
Otras novelas eran más bien un enemigo, algo con quĂ© pelearse. Un recodo en el rĂo de V. S. Naipaul. Obama recuerda: “Empieza con este enunciado: ‘El mundo es lo que es: los hombres que no son nada, que se permiten llegar a no ser nada, no tienen lugar en Ă©l’. Y siempre pienso en esa frase y en sus novelas cuando estoy pensando sobre la dureza que hay a veces en el mundo, sobre todo cuando se trata de polĂtica exterior. Y peleo contra ese punto de vista muy cĂnico, más realista, y me resisto a Ă©l. Pero a veces se siente como si fuera lo verdadero”.
Escribir fue clave para su proceso mental, tambiĂ©n. Una herramienta para desenmarañar “muchas tendencias encontradas en mi vida: raza, clase, familia. Y creo, genuinamente, que es parte de la manera con la que pude integrar todas esas piezas de mĂ mismo para ser algo relativamente entero”.
Escritor de relatos cortos
Obama se enseñó a sĂ mismo a escribir cuando era joven con la ayuda de un diario y escribiendo relatos cortos sobre sus tiempos como activista comunitario en Chicago. Trabajaba en esos cuentos al regresar del trabajo, usando las historias de la gente a la que habĂa conocido. Muchos de los relatos eran sobre personas mayores y estaban formados por un sentido de decepciĂłn y pĂ©rdida. “No era algo como el joven que va descubriendo cosas en el camino abierto, al estilo Jack Kerouac”, dijo. “Era más melancĂłlico y de reflexiĂłn”.
Esa experiencia subrayĂł el poder de su empatĂa. Él mismo un forastero (con un padre keniano que lo abandonĂł a los dos años de edad y una madre de Kansas con quien viviĂł un tiempo en Indonesia) podĂa entender a mucha gente a la que conocĂa en las iglesias y las calles de Chicago que se sentĂan desubicadas por cambios o soledad, y siempre se quedĂł con la observaciĂłn de su entonces jefe de que “lo que une a la gente para que compartan el coraje que se necesita para tomar acciĂłn en pos de sus vidas no es solo que les importen los mismos temas, sino que tengan historias compartidas”.
Tal lecciĂłn se convertirĂa en una piedra angular de la visiĂłn del presidente, de un Estados Unidos en el que con preocupaciones compartidas –el simple sueño de tener un trabajo decente y asegurar el futuro de los hijos– se podrĂan obviar las diferencias y divisiones. DespuĂ©s de todo, mucha gente se vio reflejada en la historia de Obama; una historia que, dijo en su discurso en la ConvenciĂłn Nacional DemĂłcrata de 2004, no es posible “en ningĂşn otro paĂs del mundo”.
En el ambiente actual, tan polarizado, en el que el internet ha permitido que cada quien se escude en sus propias burbujas –hablando solo con personas que piensan igual y amplifican sus sesgos y creencias– el presidente ve en las novelas y otras formas de arte (como el musicalHamilton) una manera de tender un puente que podrĂa resarcir las divisiones comunes y “un recordatorio de cuáles son las verdades bajo la superficie sobre las que discutimos casi cada dĂa”.
Destaca, por ejemplo, que la ficciĂłn de Junot DĂaz y Jhumpa Lahiri se refiere “a una experiencia migratoria contemporánea muy particular”, pero que, a la vez, cuenta historias sobre “el anhelo por estar en un lugar mejor y al mismo tiempo sentirse desplazado”. Es un tema central en mucha de la literatura estadounidense y nada ajeno a novelas de Philip Roth y Saul Bellow que están “empapadas de este sentido de ser un forastero que anhela entrar, sin estar seguro de quĂ© cede a cambio”.
Obama empezĂł en el cargo como un escritor y pronto regresará a la vida privada como uno, con planes de escribir unas memorias para las cuales usará los diarios que llenĂł estando en la Casa Blanca, “aunque no con el nivel de disciplina que me hubiera gustado tener”. Tiene la sensibilidad de un escritor, esa capacidad de estar en el momento mientras se mantiene en los márgenes como observador, con el ojo de un novelista y pendiente de detalles, pero con una voz precisa y a la vez elástica capaz de moverse fácilmente entre lo lĂrico, lo coloquial y lo profundo.
La semana pasada compartiĂł una comida con cinco novelistas a quienes admira: Whitehead, Dave Eggers, Zadie Smith, Junot DĂaz y Barbara Kingslover. No solo hablĂł con ellos sobre el contexto polĂtico y mediático, sino que discutiĂł el trabajo, preguntándoles cĂłmo iban las giras para promover sus libros e incluso remarcando que le gusta escribir sus primeros borradores a mano y en un bloc de notas.
Obama dice que espera eventualmente usar el sitio web de su presidencia “para ampliar el pĂşblico que quiere buenos libros”, algo que ya ha hecho con sus listas regulares de recomendaciones, y motivar a la gente a que tenga “conversaciones sobre libros”.
Dijo: “En un momento en el que la mayor parte de nuestra polĂtica está dedicada a administrar un choque cultural desencadenado por la globalizaciĂłn y la tecnologĂa y la migraciĂłn, el papel de las historias en la unificaciĂłn —el entablar conversaciones, en vez de marginar y dividir— es más importante que nunca”.
fuente:http://www.nytimes.com/
